
Y seguimos con esas búsquedas a medio camino entre lo arqueológico y lo esotérico que Abraham García y Jaime Carañana sitúan en escenarios reales, perfectamente reconocibles y como parte de un loable trabajo de documentación para que la ficción tenga una base realista muy atractiva y hasta verificable, que en esta aventura nos lleva de Zaragoza a Valencia. Parece mentira que todavía no seamos conscientes del enorme potencial que la historia, las leyendas y la geografía española brinda a la narrativa popular, y es quizá el cómic, de la mano de la literatura en muchas ocasiones, el medio que más está sabiéndolo explotar. En el caso de las viñetas, quizá dé más rabia que no tenga el alcance que merece. Las aventuras de Marc Lombart, desde luego, pueden presumir con orgullo del buen rato que nos hacen pasar con este viaje a través del tiempo y de la geografía española, uno que además sabe jugar con distintos géneros, desde el misterio a la aventura pasando por el noir, y que está dibujado con mucho detalle para que haya una cercanía clara con el lector.
El hecho de que García sea historiador implica que hay muchas cosas en La penúltima profecía que tienen una base poderosamente realista, casi incluso profética con lo que estamos viendo en nuestros días y teniendo en cuenta que este álbum se escribió en 2020, en los momentos más complicados de la pandemia. Lo que ha cambiado el mundo desde entonces, y lo bien que se ve en estas páginas, que aparentemente no tienen nada que ver con aquello. Y siendo historiador, se agradece que García sea hábil en la mezcla de ficción y realidad, como también en el salto entre los distintos géneros que va proponiendo durante la lectura, mientras los saltos en el tiempo se convierten en algo frecuente y bastante natural. Dicho todo esto, si lo pensamos fríamente, son muchos los obstáculos naturales a los que tiene que hacer frente una serie de esta naturaleza, pero todos los va sorteando con habilidad el escritor, haciendo de este un álbum muy ameno y entretenido, con personajes carismáticos y atractivos, con juegos entre los personajes que se entienden muy bien en relación al contexto histórico y con una base histórica que funciona bastante bien. La ficción complementa muy bien toda la propuesta, dejando un sabor de boca como poco tan bueno como el que ya dejó El rastro del Grial, solo que con una mitología nueva, distinta y quizá por eso más fresca.
Dado que la base histórica y geográfica es fundamental para entender una serie como esta, es evidente que por ahí se mueve el gran valor que Carañana pone a su trabajo. El dibujo que nos enseña es realista en los personajes y detallista en los escenarios, de líneas claras, rotundas y realistas casi en su extremo más fotográfico a la hora de definir las arquitecturas, pero no por ello pierde carisma en lo que se refiere a sus personajes. Su dominio del blanco y negro, y de los grises con los que la historia cobra vida, hacen de estas páginas un recorrido bastante atractivo por los escenarios que nos quiere ofrecer. Y los personajes van ganando en carisma con la suma de páginas, lo que hace que, ya con dos álbumes a las espaldas, tengamos ya una sensación de familiaridad bastante acusada. El estilo de Carañana, además, suma una cualidad atemporal a la obra, porque es cierto que sabe moverse en registros contemporáneos, pero quizá también por el formato en el que se publica puede parecer que estamos ante un tebeo de otro tiempo. Lo bueno de las aventuras de Marc Lombart está en que el aquí y ahora es perfectamente disfrutable, pero al mismo tiempo es uno de esos universos en los que cabe imaginar mil y una continuaciones. Ojalá no tardemos tanto en volver a encontrarnos con Marc Lombard y Marc Lombart.
El único contenido extra es un dosier sobre los lugares y rutas que se pueden ver en la obra.
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