
Que no memoria historiográfica, que no es exactamente lo mismo pero se le parece. Y es que cuando todavía hay quienes se empeñan en poner en entredicho la necesidad de su existencia, más necesaria es una ley como la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura, conocida popularmente como la Ley de Memoria Histórica. Y más necesarias son también iniciativas editoriales como la encomiable colección Memoria Gráfica impulsada por el responsable de Desfiladero Ediciones Pablo Herranz: una línea de novela gráfica que nos recuerda episodios históricos con una querencia por la realidad española reciente, y que por el momento recoge títulos como Plaza de La Bacalá de Carmelo Manresa, Miguel Núñez: Mil vidas más de Pepe Gálvez y Alfonso López o El partido de la muerte del mismo Gálvez y Guillem Escriche, así como un título foráneo pero de tanto interés como Panteras Negras de Bruno y David Cénou.
La colección Memoria Gráfica fue inaugurada hace seis años por el guionista y dibujante Jordi Peidro con Esperaré siempre tu regreso, un título muy recomendable y del que ya les hablé en su día al hilo de su presentación en las jornadas universitarias de Unicómic. Pues precisamente de este autor alcoyano es la más reciente referencia incluida en la serie: me refiero a Aquella guerra que sufrimos, una contundente novela gráfica que muy fácilmente puede verse como una obra de madurez por parte de un Peidro que aquí se basa principalmente en las vivencias que Miguel Peidro Picher, el tío de su padre, le contó a este último, quien a su vez se las narró al autor; aunque también se recurre a los recuerdos de otros familiares y conocidos oriundos de Alcoi. De esta forma, Peidro construye un relato coral sobre la Guerra Civil española protagonizado no por los grandes personajes populares que aparecen citados en los manuales de Historia, sino por sujetos anónimos embarcados en una guerra que ninguno de ellos quería pero que a todos les tocó sufrir.
Otro buen ejemplo de cómo la memoria histórica es recogida por el arte secuencial es La pitillera húngara, “una historia de las Brigadas Internacionales” -tal y como especifica su subtítulo- que tiene un par de cosas en común con el cómic de Jordi Peidro. La primera es su ambientación en aquella etapa convulsa y determinante de la historia reciente de España: de hecho, ambas narraciones arrancan por igual en el verano de 1937. Pero si en Aquella guerra que sufrimos asistimos a un relato de carácter poliédrico que trata de reflejar determinada realidad histórica desde diversos puntos de vista, el guionista Juanarete y el dibujante Juanfer Briones apuestan aquí por una perspectiva más concreta, centrándose en una nómina de personajes más limitada, y que da como resultado una obra que por momentos se aproxima al thriller histórico. De hecho, no será hasta las últimas páginas del libro cuando el lector dispondrá de todas las piezas del rompecabezas que, una vez colocadas en su lugar, revelarán la razón de ser de los acontecimientos narrados.

De hecho, el libreto de La pitillera húngara refleja la importancia del azar en el devenir de los acontecimientos; y en su afán por entretener al lector más que aleccionarlo, propone diversos cambios de tiempo y lugar mientras sigue los pasos de sus dos personajes principales: el estadounidense Paul Evans y el alemán Markus Babinsky, dos de los voluntarios que por su generoso altruismo pasaron a formar parte de las mencionadas Brigadas Internacionales. Un ejército, dicho sea de paso, cuyo legado -tal y como plasmaron también los alicantinos Pablo Durà y Carles Esquembre en el estupendo cómic que titularon La Brigada Lincoln- empieza a quedar justamente reflejado en el mundo de las viñetas.
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