Es una muy sana costumbre, y más cuando manejamos el trabajo de autores noveles, que la cubierta deje meridianamente claro el tipo de historia que vamos a leer, que no haya así posibilidad de defraudar. Y si en 20 cajas nos dicen Iván Ara Cirés y Alberto Serena que nos can a contar La tragicómica historia de un treintañero en reconstrucción es porque es exactamente eso lo que nos vamos a encontrar en sus páginas. La sorpresa está, quizá en el estilo en el que lo hacen, porque desde el principio ofrecen una frikada en toda regla… que acaba resultado un retrato bastante preciso de una realidad que no podemos negar que exista. A los treintaytantos hay muchas personas que no tienen su vida construida como se podía considerar hace algunas décadas. No hay casa, no hay matrimonio, no hay hijos. Lo que Samuel es una relación moribunda que él mismo se encarga de ajusticia en la primera escena y hobbies que hace no tanto se habrían considerado de niños. ¿Y qué se hace cuando falla el único pilar que se tiene? Pues eso, reconstruirse, pero de una manera lenta y penosa. ¿Acaso habíamos olvidado que esto era una tragicomedia moderna? Ara Cirés y Serena no nos dejan que nos olvidemos porque su ritmo narrativo es salvaje, casi como si estuviéramos dentro de una comedia fantástica adolescente de los años 80 trufada de incontables guiños.

Partamos de una ruptura sentimental y de una vida como la que hemos descrito, y Ara Cirés sale de ese trance recopilación tal colección de tópicos que casi parece que nos está contando un mal sueño, un viaje alucinógeno, más que esa tragicomedia del subtítulo. Y eso, ojo, es positivo, porque convierte en una sorpresa continua esa historia que tiene ciertos dejes de previsible, por fuerza, porque las rupturas y la recuperación tras ellas tienen una serie de fases que suelen repetirse. Podemos quedarnos en los guiños, incontables, pero la cosa va mucho más allá. Y podemos pensar que es inevitable llegar al final de esa reconstrucción, con lo que tenemos cierta seguridad de que la cosa va a acabar bien, pero en este caso, como debería ser casi siempre, lo que importa es el viaje. Y este es divertido, porque divertir es el propósito de Ara Cirés con un relato que tiene mucho de real. Pero mucho. Y no es fácil porque entramos en el viaje en el lado de quien aparentemente es el malo. La ruptura la provoca nuestro protagonista con una reacción desmedida y durante muchas páginas no tenemos la sensación de que sea él quien ha acertado con lo que ha hecho en su vida. Pero la vida no es sencilla, y por eso 20 cajas tampoco lo es. Su apariencia, puede. Pero su fondo, en absoluto. Y sin dejar de hacernos reír.

Serena capta bien ese espíritu de la obra desde el principio y convierte sus viñetas en divertidas exageraciones plagadas de guiños generacionales y de la cultura popular que muy pronto se convierten en una segunda línea de lectura muy entretenida. La historia de base, la de la reconstrucción, no lo olvidemos, siempre está ahí, pero Serena va enriqueciendo esa otra vía de una manera fascinante, hasta convertir 20 cajas en un gigantesco y muy simpático meme de cien páginas con el que nos vamos a reír incluso cuando la historia nos lleve realmente por otros derroteros. Tragicomedia, recordemos, y por eso es importante destacar que el ilustrador enseña muy bien el lado más patético de los sucesos cotidianos que nos está mostrando, desde el recuentro con la ex o el descubrimiento de que uno ya no está para los mismos trotes juerguistas que aguantaba a los veinte años. Al final 20 cajas se convierte así en una divertida cuestión generacional que va enlazando episodios no como si fuera una sitcom sino simplemente para llegar a esa estación final… que en realidad es un nuevo principio. Como la vida misma, que es lo que realmente nos quieren mostrar los autores desde la más profunda y cotidiana de las depresiones de nuestro tiempo hasta el prisma optimista con el que finaliza la obra.

No tiene contenido extra.

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